En términos Sudamericanos, el Ecuador es un país pequeño. Basta ojear un mapa para confirmarlo. Gracias a su tamaño compacto, el visitante puede cubrir mucho terreno y conocer una gran variedad de regiones geográficas en corto tiempo. Este es el caso especialmente al viajar en un vehículo.

Este libro, sin embargo, no fue escrito con el pasajero de bus, el conductor, ni siquiera el ciclista en mente. Sus lectores irán a pie, y el que emprende en una caminata en el Ecuador, pronto se dará cuenta de que es en realidad un país grande. Esto no quiere decir que las distancias son exageradas o sus cimas inalcanzables—más bien, que la majestuosidad de los volcanes, la variedad de eco-sistemas en sus bosques, y la perdurable impresión que dejaron sus habitantes indígenas en el hermoso paisaje, empequeñecen al caminante.

Los días de las vacaciones perezosas quedaron atrás. La gente busca más que la playa o el viaje en bus de un destino turístico a otro. Quiere explorar, conocer más a fondo el país que visita. Robert y Daisy Kunstaetter han ayudado a muchos viajeros a concretar sus ambiciones de llegar más allá de la senda ordinaria. En este libro, ellos enfocan un único aspecto del turismo de aventura. Ponen a las caminatas en el contexto preciso. Dan al caminante la confianza para ser completamente autosuficiente, si así lo desea, o para escoger un grupo liderado por guías experimentados.

Es evidente que hacer caminatas en el Ecuador implica más que empacar la olla, comprar unos plátanos y una botella de agua en el mercado, y dirigirse a los cerros. Es imprescindible tener a mano la pericia: los mejores sitios dónde pasar la noche, cómo conseguir las mejores provisiones, y a dónde acudir para obtener la información más confiable. También es necesario estar conciente del impacto ambiental y cultural de su paseo. En otras palabras, este libro es infalible.

El secreto del éxito de Robert y Daisy está en lo que ellos mismo admiten es su estilo "notoriamente tranquilo" de pasear. Después de viajar en el Ecuador con Robert y Daisy—tanto a pie como en carro—puedo personalmente dar fe de los méritos de este estilo. ¿Por qué no tomamos un desvío por este sendero? ¿Probamos un nuevo sabor en la heladería de la esquina? Como reza el dicho de educadores medievales, es el espíritu de "enseñar deleitando". Si ellos no se tomaran el tiempo para hacer una pausa, para mirar, para conversar, para saborear, no pudieran comunicar su entusiasmo por los detalles más íntimos de lo que ofrece este gran país.